Javier Urra: "Hay niños de 15 años que a la vida le piden ciertas cosas, que si no se las da, se bajan del autobús"

Javier Urra: "Hay niños de 15 años que a la vida le piden ciertas cosas, que si no se las da, se bajan del autobús"

Por José Mª de Moya

Javier Urra es probablemente uno de los psicólogos españoles con más proyección mediática y reconocimiento profesional. Rasgos que no es fácil ver juntos. Hay dos razones: una incansable actividad (se diría que hiperactividad, diagnosticada o no) y valentía en sus posiciones. Dos ingredientes que sabiamente mezclados suelen conducir al éxito. Hay un tercero para que ese éxito no sea efímero: sensatez.

Especialista desde hace décadas en jóvenes conflictivos, trabaja en la Fiscalía del Tribunal Superior de Justicia de Menores y dirige la Clínica Recurra-Ginso para adolescentes con problemas de conducta, era de entrevista obligada en un momento en el que han saltado todas las alarmas. Las cifras de trastornos mentales entre los jóvenes se están disparando y, en particular, las conductas autolíticas y suididas que han llevado a varias comunidades a desarrollar protocolos específicos. ‘Generación de cristal’ la llaman. De acuerdo pero alguna responsabilidad tendremos los adultos en todo esto si tenemos en cuenta lo que parecen ser los dos factores desencadenantes: las adicciones (tecnología, juego, pornografía, sustancias…) y los desórdenes familiares. Y del mal ejemplo, mejor no hablar.

Urra ha publicado 77 libros. Participará en el I Encuentro Iberoamericano de Profesores de Humanidades, donde hablará de El ser humano, un ser espiritual, libro publicado este año.

Hay alarma sobre las enfermedades mentales en los jóvenes.. ¿qué está pasando?
–Creo que hay preocupación con la salud mental en general. En cuanto a los niños y a los jóvenes es cierto que son preocupantes las pequeñas autolesiones que demuestran una falta de capacidad de autodominio. En cuanto a que haya chicos que se quiten la vida por acoso escolar, que es la causa mayor en casos de la infancia, nos urge a estar muy atentos a lo que pasa en los colegios, sobre todo hay que vigilar a esos chicos que tienen mayor sensibilidad. Hay niños con 15 ó 16 años que le piden a la vida ciertas cosas, que si no se las da, se bajan del autobús. Claro, la pregunta es: ¿qué estamos transmitiendo a los niños? ¿la búsqueda de la felicidad?… La vida es pasión, sufrimiento, no es un parque temático.

¿Les falta un propósito?
–Hay chicos que no tienen una razón para vivir, pero si los llevas a un campamento, los apuntas a un equipo deportivo o a un grupo de música de pronto se empiezan a sentir bien. Pero cuando no es así, aparecen chavales que rumian ideas muy negativas, que solo quieren vivir cómodamente y «con felicidad»… esto es un engaño. Por eso, es importante que estén con los abuelos, que vayan a ver a un agricultor y que sepan que las cosas se siembran y tardan en crecer, si es que crecen… porque una noche hay una granizada y esos melocotones se han acabado.

Resiliencia es la palabra de moda.
–Pero no solo. Tenemos que fortalecer el carácter de los niños. Está bien hacerlos sensibles y que disfruten del bien común, pero que sepan que pueden venir momentos duros y que tienen que saber afrontarlos. Es necesario el esfuerzo, sin él no se consigue casi nada. He escrito 77 libros con una pluma porque me levanto todos los días del año –todos quiere decir todos, da igual que sea Navidad, sábado o domingo– a las 6 de la mañana.

¿Están enganchados al móvil día… y noche?
–La tecnología es una magnífica herramienta y con el covid nos lo ha demostrado. Pero ahora el ser humano tiene que hablar cara a cara, tocarse… Por eso es muy importante que los chicos no se limiten a enviarse mensajes, tienen que salir, ligar… A los chicos que tengo en el centro que con 16 o 17 años me dicen que no tiene la obligación de estudiar les digo que tienen toda la razón, pero a clase. No hay más. ¿Pueden fugarse? Podrían, pero no lo van a hacer porque has conseguido, desde tu autoridad, crear un vínculo afectivo y saben que te generaría un gran dolor. Esto es importante.

¿Y qué hacer con los más difíciles?
–Claro, hay chavales muy complicados. He trabajado 32 años en la Fiscalía de Menores y tres años en un centro reformatorio con chicos que han violado o matado, por lo tanto, los conozco muy bien, pero obviamente la mayoría no son así. Ahora bien, incluso de estos que son más complejos sacamos adelante al 80%. El decano del Colegio de la Psicología de Madrid ha dicho que vamos hacia un mundo donde los padres van a poder dedicarle poco tiempo a sus hijos, algo que tristemente ya está pasando. Por tanto, los colegios tienen que educar porque hay niños que no vienen educados de casa porque no tienen educadores.

El decano ha dicho que no debemos autofustigarnos tanto como padres, que es difícil ser padre… pero ¿no cree que los adultos deberíamos hacer autocrítica?
–Creo que en general los padres lo intentan hacer bien. Hay quienes tienen poco tiempo porque quieren más ingresos, otros que trabajan todo el día porque tienen que mandar dinero a su familia que está en otro país… Unos porque no tienen tiempo, otros porque no están capacitados, otros porque anteponen su vida laboral o de triunfo. Al final «lo de los hijos» se convierten en una ocupación más y temporal.

Sin embargo hay otros padres que le ponen muchas ganas y van con los niños a la escuela por la mañana. Eso es una gozada y les marcará mucho.
Otros se pasan por el lado contrario…
–En efecto, luego tenemos otros que son absolutamente sobreprotectores: lo que diga el niño, que no se me traume… Se tiene que educar desde la normalidad y disfrutando los unos de los otros. Los padres también tenemos nuestros secretos, nuestros fantasmas y yo les culparía en una sociedad tan compleja. El ser humano va avanzando en lo emocional más despacio que en lo técnico. Somos una especie en evolución donde todo va modificándose, pero siempre vamos a necesitar amor y seguridad. En especial, los niños necesitan tener la seguridad que les proporcionan sus padres.

Entonces, en lo psicológico, ¿estamos mejor o peor que hace 50 años?
–La salud mental ha pasado por distintos estadios. Yo creo que ahora se nos ha ido la mano en ese afán de ‘psiquitrizarlo’ todo. Creo que estamos en una sociedad muy comercial y, por eso, el DSM (Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales) en cada nueva edición multiplica los trastornos. Parece que hay más enfermos porque multiplicamos los trastornos y que, al final, vas desglosando tanto que parece que todos tenemos que estar enfermos.

¿El daño puede ser emocional sin que llegue a ser un trastorno mental?
–Como te decía antes, esta sociedad ha ganado mucho en lo físico pero está muy dañada en lo emocional. –Se me ha muerto un amigo, ¿qué tomo? –Pues nada. Llora, porque la muerte de un amigo es para llorar y mucho. Yo quisiera que quedara como ejemplo de buena gestión emocional la imagen de Federer y Nadal, llorando desconsolados agarrados de la mano, porque han competido, son amigos y uno de ellos lo deja… Es una imagen icónica. Es por ahí por donde hay que ir. Y no por esas otras noticias [sobre casos de acoso, agresiones…] de padres en contra del colegio o del centro en contra del profesor diciendo que no se implicó lo suficiente, etc. Bueno, puede ser, pero ¿por qué no hablamos de los miles de profesores que sí se implican y son creativos? De todo lo que enseñan y todo lo que inventan para los niños.

Por cierto, ¿qué opina del Coordinador de Bienestar?
–Me parece bien, como la figura del psicólogo o del orientador, pero cuidado con no multiplicar las figuras porque luego hay que dividir responsabilidades. Este nuevo puesto pueden ser necesario porque hay que prevenir las cosas desde corta edad y captas cuando estás mucho tiempo con los niños. Si el niño está mal te das cuenta de que algo pasa en casa: viene disgustado y se va preocupado, pero durante el día está mejor. Es ahí es donde debemos orientar a los niños y no solo en su vocación profesional, en cómo se siente en relación con el mismo y con los demás.

¿Cómo debe actuar un profesor ante estos casos?
–Yo a algún chaval que no veo bien, que es tímido, le doy mi tarjeta. Si un día, cualquier día y a cualquier hora, me necesitas, llámame, hazlo. Estaré, te hablaré, y si es posible, en ese mismo momento, me iré a donde estés y, si no es posible, el día siguiente nos veremos. A veces solo necesitan tener alguien, porque el problema puede estar muy próximo.

¿Esto lo puede hacer cualquiera?
–Yo nunca le diría a mi cardiólogo qué tiene que hacer conmigo ni quiero que me atienda un coach, yo quiero a mi cardiólogo, que para eso ha estudiado. Lo digo por esto del “yo sufrí depresión así que he escrito un libro”. Pues yo cruzo puentes todos los días y no sé hacer un puente. Hay que estudiar para saber.

Con tanta educación emocional, ¿no corremos el riesgo de volvernos un poco narcisistas? Tal vez no tenemos que darnos tantas vueltas…
–Estoy totalmente de acuerdo. Creo que en España nos ha impactado mucho el funeral de la Reina Isabel II. Ellos son distintos, son británicos, mucho más flemáticos; nosotros somos coléricos, emocionales. En España a la gente le das un premio Goya, sale llorando y luego se tira media hora hablando de su prima, del vecino… No se tire tanto rato hablando, hombre, de las gracias y ya está. Esa emocionalidad, que tiene mucho de postureo, nos hace daño.

¿La psicología tiene algo que decir ante los dilemas éticos que se plantean en la sociedad y que afectan a la escuela? Por ejemplo, ahora estamos con la ‘ley trans’.
–Los colegios son un sitio para formar en los dilemas éticos: los problemas que traerán los avances tecnológicos, respetar al que es distinto… todo eso, los niños lo tienen que ir argumentando. En concreto, sobre la ‘ley trans’, tengo un compañero que ha entrado hace poco en la Academia de Psicología de España y ha publicado un libro muy interesante que se titula Nadie nace en un cuerpo equivocado. Ha ido a dar una conferencia a Baleares, no le han dejado hablar, ha ido a la Universidad de Barcelona, tampoco. Eso es terrible, la universidad es un sitio donde la gente tiene que ir a hablar, parlamentar, y si luego tienes otro criterio pues lo planteas. Somos distintos, hay gente a la que le gusta más el pescado y a quien le gusta más la carne, ¿dónde está el problema?

¿Hay psicólogos que tienen miedo a pronunciarse sobre temas controvertidos?
–Tal vez, pero hay que ser valientes, si no las cosas no van a cambiar. En una ocasión pedí al doctor Estivill que viniese a presentar un libro a Madrid. Como sabes él es muy contrario a dar pecho a los niños a demanda. Me dijo que no porque podían llegar ocho mujeres, sacarse el pecho y decir que ellas lo dan cuando quieren, porque naturalmente las madres dan el pecho cuando consideren… Yo lo que creo es que él debe poder ofrecer su punto de vista y cuando termine que se lo rebatan.

¿La famosa cultura de la cancelación nos autocensura?
–Creo que sí. Te pongo algunos ejemplos. Primero, admito muy bien que la gente pida perdón por lo que hicieron los abuelos de mis abuelos, no, pida perdón por lo que hacemos ahora. Estas cosas hay que transmitírselas a los jóvenes. Otro ejemplo. ¿Por qué viene la gente de África? Porque allí tienen una esperanza de vida de 42 años y aquí la tenemos de 84, ¿te parece una buena explicación? Esto es educar a los jóvenes con liderazgo. Un ejemplo más. Debemos también explicar que yo puedo opinar pero de lo que sé, si no, mi opinión no vale nada.

¿Y qué me dice de las adicciones?
–Las adicciones más obvias hoy en día son las tecnológicas. Chicos que pasan muchas horas con el móvil y necesitan tener el teléfono abierto por la noche porque si les llega un Whatsapp y no contestan al momento creen que pueden perder a los amigos. Esa presión social hace que tengas que estar siempre conectado y alerta. Hay que enseñarles que lo importante no es ser famosos, que es algo muy efímero, lo importante es ser reconocido por tus compañeros, por los profesionales. Por cierto, estamos en una sociedad en la que todos valemos para todo. Pues no. Vamos a ver, yo soy un señor que habla bien, que escribo bastante bien… pero bailo fatal. No bailo bien y no me voy a poner, pero ¿por qué tengo que bailar?

¿Le preocupa la adicción de los jóvenes a la pornografía?
–Existe una confusión entre erotismo y pornografía y además hemos creado una pornografía muy violenta. Hay muchos chicos que están viendo una pornografía horrible porque en casa nadie les ha educado en el amor, como algo opuesto a poseer y creen que el amor es poseer. Hay jóvenes que, como no saben qué es amar, buscan en el sexo un sustitutivo del amor. El sexo es estupendo pero cuando nace del amor, si no, el sexo sólo está bien.