Por Rubén Villalba
Si en algo coinciden quienes saben y se dedican a la profesión de enseñar, es en que el docente, por más cambios o avances tecnológicos anunciados, es irremplazable. Poco se discute sobre la necesidad de que su figura siga ocupando el centro del hecho educativo: «No podemos olvidar que el profesor es el principal recurso con el que cuenta el aula». Así lo sustenta Amador Sánchez, decano del Colegio Oficial de Docentes de la Comunidad de Madrid, quien pone el acento en la excelencia «para que a la docencia solo lleguen los mejores». Profesor y licenciado en Filosofía y Ciencias de la Educación, Sánchez cuenta con una dilatada trayectoria en el ámbito educativo, habiendo ocupado en la Comunidad de Madrid los cargos de viceconsejero de Organización Educativa, director general de Centros Docentes y de Calidad de los Servicios y subdirector general de la Agencia para la Reeducación y Reinserción del Menor Infractor. El próximo 6 de mayo estará presente en el acto inaugural del I Encuentro Iberoamericano de Profesores de Humanidades.
Ha sido nombrado recientemente decano del Colegio Oficial de Doctores y Licenciados en Filosofía y Letras y en Ciencias, corporación en la que están integrados miles de docentes. ¿Qué objetivos se ha marcado para los próximos años?
—El colegio es una institución de larga trayectoria. Nació en 1899 y desde entonces su principal función es la defensa de la profesión, de los miles de colegiados que la integran. Y, con ello, es una defensa también a la sociedad en su conjunto, ya que el código deontológico que nos inspira está basado en el servicio a la ciudadanía; en este caso, en la consecución de la mejor educación que podamos ofrecer a los alumnos. Apoyar al profesorado es para el colegio una prioridad.
Hábleme del profesorado. ¿Cuáles son sus necesidades en la situación actual?
—En España tenemos excelentes profesores, lo he dicho en repetidas ocasiones; profesores muy preparados, con muchas ganas, que hacen un buen trabajo, grandes cosas que a veces no se visualizan. Desde el colegio somos muy conscientes de que los medios que se les dan nunca son suficientes y que el apoyo a su trabajo y el reconocimiento debe de ser permanente. Y esa no es solo una cuestión salarial o laboral, es una cuestión social, de apoyo emocional y de respeto a su tarea, lo cual pasa por que se les tenga en cuenta, que tengan voz en cualquier reforma del sistema educativo que se ponga en marcha. Y ese es uno de los pilares sobre los que se asienta nuestro trabajo y nuestra responsabilidad como colegio profesional. También creo que es necesario considerar más las necesidades reales del ejercicio de la profesión docente, cuando se plantean modificaciones normativas que entrañen cambios importantes.
¿Cree que están suficientemente formados?
—Creo que sí, que la formación de nuestros profesores es buena, cada vez mejor, cada vez más interdisciplinar. En el caso del profesorado de Secundaria, los avances conseguidos con la puesta en marcha del Máster de Formación del Profesorado han sido significativos. También en el caso de los docentes de Educación Infantil y Primaria, ya que el hecho de saltar de la diplomatura al grado ha sido un avance necesario y con buenos resultados. Pero hay que seguir en esa línea, para que a la docencia solo lleguen los mejores, los más preparados, los titulados que estén dispuestos a ejercer una de las profesiones más difíciles que existen y de más responsabilidad. Ahora se habla de la propuesta de un MIR o DIR educativo, CID en la Comunidad de Madrid, siguiendo esos argumentos de excelencia, pero el colegio es algo que viene proponiendo desde hace años. Dos investigadores expertos en este tema publicaron hace cinco años, en nuestra Colección Profesión Docente, un volumen dirigido, precisamente, a analizar el proceso que sigue un profesor desde el inicio de su vida profesional: Life long teacher («Ser docente a lo largo de la vida»). Recomiendo su lectura.
¿Cómo valora que la tendencia actual sea la enseñanza por competencias?
¿Y se está aplicando adecuadamente?
—La enseñanza por competencias debe ser enfocada para conseguir el aprendizaje efectivo de los contenidos curriculares. No es un concepto nuevo, ni mucho menos. Responde a la necesidad de que lo aprendido en el aula sirva para la vida, para desarrollar destrezas que hagan fácil la incorporación del alumno a la vida adulta. Ese es un principio que se ha regido en la mayoría de las últimas leyes educativas. Pero, en ocasiones, dentro de cada área de conocimiento hay contenidos que, en sí mismos, no parecen tener una aplicación directa en la realidad que nos rodea, y que, a la larga, son necesarios. La educación por competencias no puede significar reducir esos contenidos ni olvidar que los alumnos deben “saber hacer”, pero también conocer, profundizar y asimilar lo aprendido con una serie de mecanismos que pasan por el esfuerzo, la perseverancia y cierta memorización.
El próximo 6 de mayo estará presente en la sesión inaugural del I Encuentro Iberoamericano de Profesores de Humanidades, apoyado muy directamente por el colegio.
—Me complace poder asistir a este congreso, que va a reunir a tantos profesores de las materias de humanidades, imprescindibles para la formación integral del alumnado. Hablamos de los profesores de Filosofía, Religión e Historia, pero también son imprescindibles las materias de Estudios Clásicos, Lengua Castellana y las lenguas extranjeras, que forman parte de ese importante tronco común que denominamos humanidades.
¿Están siendo desplazadas?
—Considero que todas las disciplinas han de tener un espacio equilibrado en el plan de estudios y que todas ellas pueden abordarse desde el punto de vista humanístico, porque las Matemáticas o las asignaturas de ciencias también han de integrar un aprendizaje en valores. En todo caso, creo que en general las humanidades sí han venido siendo desplazadas por otras asignaturas, ya no del ámbito de las ciencias, sino por otros contenidos como los tecnológicos o los financieros, que se consideran muy útiles para adquirir esas competencias para la vida de las que tanto habla. Personalmente creo que las competencias, o la preparación para la vida adulta y profesional, también pasan por conocer nuestro pasado, a nuestros grandes autores clásicos, a nuestra tradición religiosa, porque es una forma de adquirir el engranaje cultural y la formación integral que se necesita hoy más que nunca.
Muchos docentes de Filosofía se quejan, por ejemplo, de que no disponen del tiempo suficiente para impartirla adecuadamente…
—Creo que esa queja está objetivamente fundada y que las posibles soluciones tienen muchos puntos de apoyo. Esta situación no es nueva, porque en sucesivas leyes aprobadas desde 1978 esta materia, la Filosofía, ha ido siendo desplazada de una forma más o menos explícita, más o menos subliminar, pero desplazada. Eliminarla como materia obligatoria en determinadas etapas, reducir su espacio horario, sus contenidos… todo esto forma parte de una visión del mundo en el que la reflexión parece que cuenta poco. Ahora, que hablamos mucho de la sociedad líquida, deberíamos analizar el porqué de esa superficialidad, de cierto nihilismo y de la falta de criterio que impera en muchos sectores sociales y en parte de las nuevas generaciones.
¿La solución entonces es dar más horas?
—Aumentar el tiempo lectivo podría ser una solución. Sin embargo, hay que tener en cuenta que el aumento de tiempo no es siempre una solución fácil, ya que puede tener implicaciones de encaje en el horario oficial, de los centros y del alumnado, incremento de costes y dificultades organizativas para las instituciones educativas. También es importante considerar cómo se utiliza el tiempo adicional y si se emplea de manera efectiva. Otras soluciones podrían ser encontrar formas creativas de abordar los contenidos en un período de tiempo más corto, como a través de debates, actividades prácticas, lecturas seleccionadas y otros enfoques pedagógicos. También es posible que los docentes puedan proporcionar recursos adicionales fuera del tiempo lectivo, como material de lectura adicional y discusiones en línea. Cada situación es única y la solución adecuada dependerá de una variedad de factores específicos del contexto. Nosotros, en el colegio, tenemos oportunidad de conocer y contactar con excelentes profesores que aplican metodologías novedosas y atractivas en Filosofía o en Estudios Clásicos y que interesan a sus alumnos, incluso despiertan vocaciones. De hecho, sabemos que la filosofía está ya ganando matrículas en las facultades y esa es una muy buena noticia. La filosofía está de moda, lo que hay que conseguir es que esa moda no pase y cale en vocaciones.
¿La Lomloe otorga demasiado protagonismo a las competencias digitales y se olvida del ámbito humanístico?
—La nueva ley de educación no ha sido especialmente consensuada y sabemos que cuenta con muchos detractores. No obstante, tiene un desarrollo que es competencia de las comunidades autónomas y esa es una gran ventaja y también una gran responsabilidad. En Madrid se están abordando algunas cuestiones de la Lomloe que desde la perspectiva del Gobierno central no parecían muy lógicas. Y en ese desarrollo la competencia digital tiene su espacio, pero no es la protagonista. De hecho, se ha insistido en la formación de los docentes, que son la base para que la tecnología sea una aliada de la escuela y no un obstáculo. Si los profesores usan adecuadamente esos instrumentos, conseguiremos, por ejemplo, que asignaturas que resultan a veces arduas para los alumnos, como Matemáticas o Filosofía, sean más atractivas e interiorizadas para que el objetivo final del aprendizaje se consiga: asimilar conocimientos, adquirir destrezas para ser capaces de manejarnos por el mundo con libertad y criterio.
¿Existe una brecha digital entre el profesorado por razones de edad?
—Es posible, ya que los profesores de mayor edad pueden tener menos experiencia en el uso de tecnología. Esta brecha puede afectar su capacidad para utilizar herramientas digitales y recursos educativos en su enseñanza, lo que a su vez puede limitar las oportunidades de aprendizaje para los estudiantes. Para atajar esta brecha, es importante que las instituciones educativas ofrezcan formación y capacitación en el uso de tecnología a todos los profesores, independientemente de su edad o nivel de experiencia previa. La formación podría incluir talleres y cursos en línea, así como el apoyo de mentores y compañeros que pueden proporcionar orientación y retroalimentación. Además, los profesores de mayor edad pueden beneficiarse de la participación en comunidades de aprendizaje en línea o grupos de discusión, donde pueden compartir conocimientos y experiencias con otros profesionales en su misma situación. Pero los profesores están cada vez mejor preparados en las tecnologías y las usan con destreza en el aula. No creo que queden muchos docentes que rechacen su uso; el matiz está en los límites. No podemos olvidar que el profesor es el principal recurso con el que cuenta el aula y que “Sr. Google” nunca podrá sustituir el papel de un profesor cuando se pone ante su grupo de alumnos cada mañana, por eso el ejercicio profesional en el marco de una deontología es tan importante.
En asignaturas, como Historia, cada vez más profesores emplean la inteligencia artificial o el metaverso en sus clases.
—Puede ser beneficioso para mejorar la comprensión y el aprendizaje de los estudiantes. Estas herramientas pueden proporcionar experiencias de aprendizaje más inmersivas y dinámicas que involucren a los estudiantes de manera más activa y aumenten su interés por la asignatura. Sin embargo, es importante tener en cuenta que estas herramientas no pueden reemplazar a los profesores ni a la enseñanza tradicional de la Historia. Los docentes siempre deben jugar un papel activo en la enseñanza y el análisis crítico de la historia, y asegurarse de que los estudiantes entiendan la importancia del contexto y las perspectivas históricas.
¿Deben regularse estas nuevas herramientas?
—Es importante que se promueva un uso responsable y ético de la tecnología en la enseñanza. Los profesores deben ser conscientes de las limitaciones y desventajas de estas herramientas y tomar en cuenta las preocupaciones de privacidad y seguridad. Además, es importante que la regulación promueva la equidad en el acceso a estas herramientas y asegure que no se aumenten las brechas educativas entre los estudiantes que tienen acceso a tecnología y los que no. Pero la regulación externa no siempre es efectiva. Yo confío en la libertad y la autonomía de cada centro educativo, que debe de ser capaz de trazar su propio ideario y transmitirlo a los padres a través de un proyecto compartido para que puedan elegir entre varios. El margen de maniobra de los centros debería de ser muy amplio dentro de la ley y la normativa vigentes.
¿Puede enseñarse el pasado con los métodos del futuro?
—La Historia puede enseñarse a través de las nuevas herramientas digitales sin desbancar el modelo tradicional, que requiere cierto uso de la memoria, de la retención y del conocimiento de los grandes ciclos históricos. Pero más allá de las metodologías, que como digo dependen en muchos casos de los recursos de los centros y de la libertad de cátedra del profesor, hay que pensar en enseñar la verdad de los hechos o acercarnos a esa verdad con la mayor objetividad posible. Tergiversar la historia implica engañar a los alumnos, adoctrinar y privarles del conocimiento para que se puedan posicionar en la vida. No hay nada más importante que la libertad de criterio y esa responsabilidad recae, en un alto porcentaje, en la escuela. La educación en la familia puede marcar las vivencias y las personas que nos rodean, también; por eso la escuela y los profesores desarrollan una tarea tan importante.